viernes, 4 de septiembre de 2009

La Flor del Seibo


Anahí era una bella muchacha, hija del cacique de una tribu guaraní que habitaba a orillas del Paraná. Eran los años de la Conquista y con ellos comenzó el enfrentamiento entre blancos e indígenas que quebró la paz del lugar.

Durante uno de esos combates, un capitán español dio muerte al cacique, trayendo una gran tristeza a su pueblo y profundo dolor a Anahí, quien juró vengarse. Una noche, sin revelar a nadie sus intenciones, se acercó al campamento y llevó a cabo su cometido.

Los centinelas advirtieron lo sucedido inmediatamente y, como castigo, la ataron a un árbol y la condenaron a morir presa de las llamas. No hubo llantos ni quejas por parte de Anahí, sino una dulce y sentida canción. Pero la agonía del fuego dio paso al asombro. No había cenizas ni brasas, sino un tronco que extendía sus brazos al cielo, desbordantes de unas extrañas y hermosas flores de color rojo, como la sangre.

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